logo
Marzo 12, 2018 10:00 PM

Un incendió arrasó con biblioteca pública en Saltillo y “destrozó el corazón” de Tomás, el encargado

 

 

El incendio provocado en su biblioteca no le destrozó la cara, ni le quemó las manos; sin embargo, abrió llagas profundas en el corazón de Everardo Tomás Pillado Solís. Aunque la Secretaría de Educación Pública lo contrató como personal de apoyo y administrativo, su pasión por la lectura lo convirtió en bibliotecario. El día del incidente bien pudo apagar las llamas con su llanto; pero lo detuvieron. Hubo que abrazarlo fuerte para que Tomy no entrara a sacar sus cosas más valiosas: las fotos de su hijo que falleció hace cinco años pegadas en la galería personal sobre su escritorio y un microondas que dice “humildemente traje de mi casa, para calentar el lonche de los alumnos”. Todo se hizo cenizas en cuestión de minutos.

El viernes 2 de marzo la armonía del aroma a libros, a madera y a desodorante de adolescente que llega de recreo inundaban esta biblioteca de 28 años de antigüedad. Pero el sábado 3 el fuego dejó un olor a papel, cables y plástico quemado: olor a tragedia e injusticia. Las paredes negras delatan los aullidos mudos de los textos de autores que se perdieron para siempre: Octavio Paz, Isabel Allende, J.K. Rowling, Armando Fuentes Aguirre, Julio Torri, Vito Alessio Robles, Jesús de León, Eugenia Flores y Alfredo García Valdés, entre muchos otros. Sus ideas se volvieron humo negro tras una hoguera, todavía sin culpable oficial por parte de las autoridades.
¿Hay servidores públicos que lloren al ver destruidas las copiadoras, esos espejos calientes que los observan cotidianamente, o en escombros los estantes donde acumulan libros, archivos y documentos? Sí. Los maestros y directivos de la Secundaria Técnica No. 56 “Miguel de la Madrid” siguen estremecidos, en un luto que no parece tener fin. Su flamante biblioteca, construida y enriquecida con esfuerzos de donaciones, rifas y cuotas escolares, hoy son 500 metros de escombros que reflejan la vulnerabilidad de estos sitios que no le hacen mal a nadie.

Los culpables quemaron el refugio de mil 200 adolescentes, donde podían ser libres a través de la lectura, encontrar amigos de otras épocas y darse un respiro de la violencia. Esta biblioteca recibía a adolescentes y adultos de las colonias Morelos, Vista Hermosa, Zaragoza, Mirasierra, Fundadores, Nueva Tlaxcala… y “Cartolandia”, un asentamiento irregular donde como el nombre lo indica, las paredes están hechas de lonas y cartón.

LA HISTORIA DE TOMÁS
Parado en las cenizas y con la voz hecha un nudo, Tomy agarra fuerzas de su fe y dice: “Desde ahorita los invito a la inauguración de la nueva biblioteca. Esto nos va a hacer más fuertes, vamos a tener un espacio mejor. Más bonito”.

Es un alumno adelantado en la carrera de ser todo corazón, diría Juan Gelman, porque se acuesta con la vida tornando claro los oscuros motivos. La tragedia lo ha perseguido desde joven. Su hermano se suicidó cuando Tomy tenía 12 años. Este evento lo dejó con una voraz rebeldía. Estaba a punto de dejar de estudiar y perderse en malos pasos cuando sus maestros de secundaria –de esta secundaria donde nunca se imaginó que trabajaría años después– lo hicieron que reconsiderara su destino. Entre ellos recuerda a Gerardo Gloria Yeverino, América Ferriño, Lázaro Tovar, Feliciano Becerra, Alejandra Neira, Meli Maltos…

Y salió adelante. Hoy es conocido por su amabilidad, disposición y entrega humana. Su fama llega hasta los ejidos más alejados de Saltillo. La profesora Susana Ríos confiesa “Cuando llegamos a ir al Consejo escolar, Tomy se esmera tanto en atendernos, que es capaz de ponernos café y galletas de su dinero”. Él no le niega nada a nadie. Ahora que no tiene nada, porque perdió su segunda casa: la biblioteca, mantiene una sonrisa tejida a golpes de dolor; es un ejemplo de vida.
Tomy el bibliotecario. Foto: Omar Saucedo, Vanguardia

¿Con qué fuerza sigues sonriendo Tomy? “Es que como dijo Job si aceptamos de Dios lo bueno, también hay que aceptar lo malo”.

Está destrozado. “El mundo me da vueltas, sigo muy confundido, no sé qué hacer y me duele no poder dar el servicio a los jóvenes”, dice el bibliotecario con 11 años de servicio, de los cuales ocho pasó en esta aula hasta convertirla en “La biblioteca de los Tomys” porque la bibliotecaria del turno de la tarde también se llama Tomy. Y recuerda con nostalgia cómo recibía a los alumnos para préstamo de libros, ajedrez y juegos de mesa. Ya no tenemos material.

Otro lunes cualquiera, Tomy hubiera recibido una fila de alumnos que pedían sacar una copia antes de la primera hora clase, recibía libros, prestaba creatividad. Diario se esmera mucho para llegar antes de su horario. Despierta con dos horas de anticipación y toma un taxi o combi, “lo que pase, total lo importante es llegar temprano”, además les da ride y acompaña a un sobrino y otro vecino que van al mismo destino. No ha podido ahorrar para un coche, pero no importa, le da gracias a Dios por tener su trabajo cerca de su casa.

Este esfuerzo vale porque “si a algún niño se le hizo tarde, sabe que aquí hay copias y no se desvía de su destino, así están más seguros dentro de la escuela. Yo hago lo que puedo para que los jóvenes cumplan con sus tareas. Pero mientras se resuelven las investigaciones ya no habrá copias, pues las autoridades educativas informan que en el incendio se perdieron tres copiadoras con valores de 111 mil, 60 mil y 50 mil pesos.

Las computadoras y pantallas servían para dar talleres y exposición de clases y conferencias para el alumnado e incluso maestros foráneos. Otros artículos que lamentan profundamente es el microondas y el frigobar. Estos tenían un doble propósito. Algunos jóvenes aprovechaban el recreo para estar en el “Club de Tomy”, donde se les calentaba su lonche y que, como dice él, necesitaban el frigobar en caso “de que algún niño anduviera malito siempre les tenía un juguito fresco”. Y confiesa que fue en lo primero que pensó cuando vio el desastre: que ese día comerían frío.

“Ya no tengo nada. Gracias a los alumnos tenemos trabajo. Y me duele no poderlos atender como quisiera. Uno espera venir a hacer tu trabajo bien, encontrar tu área en buenas condiciones. Esto te deprime. Cómo ver la vida de Job, todo es un llamado. Hoy tienes, mañana puedes no tener nada. Hay que dar todo lo que tienes a los maestros, a los alumnos en una sonrisa. Trata uno de ser humano.

“Mi corazón estaba destrozado cuando recibí la noticia”.
El guardián de los libros tiene 11 años de servicio, de los cuales ocho pasó en esta aula, donde marcaba la diferencia con su amabilidad y sonrisa. Foto: Omar Saucedo, Vanguardia

“Aquí me desahogaba. Tenía las fotos de mi niño que falleció y de mis otros hijos y mi esposa. Y es muy triste no tener un refugio donde desahogarte, pero vamos a salir adelante”, dice entre lágrimas este hombre pelirrojo que ha recibido ya tantos golpes de la vida que su historia se asemeja a la de Job, el personaje bíblico. Y cómo él, después de pasar por muchas pruebas se mantiene fiel a su fe.

Y hace una invitación a la sociedad: “Si tienen en sus manos la posibilidad de traer un diccionario, un cuaderno, un lápiz. Parece muy poquito, pero es muy significativo”.

Otra gran motivación de este Job mexicano es ver la evolución de sus alumnos. “Te los topas afuera como doctores, y le dicen Tomy, tú me sacaste alguna copia”. Sabe que los alumnos que hoy buscaban la biblioteca para leer, para jugar ajedrez o pedir balones, no tienen límites para su futuro.

Quizá Tomy no puede ahorrar para un auto porque no le gusta ver que nadie se quede sin comer, y entre sus gastos más comunes están pagar de su bolsa los refrigerios de sus alumnos más necesitados o dar premios simbólicos a las creaciones que hacen ellos en la biblioteca. “Cinco o diez pesos cuando es quincena, a quien haga el mejor dibujo, el mejor poema, el mejor refrán”. Sus concursos se titulan “Hazle un cuento a tu mejor maestro” o “Un refrán a los directores”.

En la calle mujeres y hombres adultos lo detienen para decirle oye: “Te acuerdas que gané el premio al mejor dibujo…”. Y así Tomás hace amigos para siempre. Y piensa en seguir adelante. “Me agrada ser amable con todos. Ser buena gente”.

¿Tomy, qué le dirías a quien hizo esto?
“Uno no es nadie para juzgar. Le diría a quien lo haya hecho que con esto lastimó a los jóvenes, a la sociedad. Y que ya no hagan esto, le duele a todos los alumnos. Si ya hizo esto, está bien, espero que Dios toque su corazón y que él ya haya expresado su rencor y su odio, espero que aquí se detenga su daño”.
En el incendio, Tomy no sólo perdió su centro de trabajo, sino las fotos de su hijo que falleció hace cinco años. Foto: Omar Saucedo, Vanguardia

¿Le darías el perdón?
“Claro, yo le doy el perdón y lo invito a que abra un libro, que cambie, que esto sea una oportunidad. Lo material viene sobrando. Ahí no hay pérdidas humanas que lamentar, que sería lo más grave”.

PIERDE SU BIBLIOTECA UNA PEQUEÑA GRAN MUJER
Detrás de sus lentes morados resalta una chispa. Son sus ojos que ya encontraron las primeras donaciones de libros encima. Recorre con dulzura los tomos de enciclopedias donadas. Su nombre es Andrea Jimena Luna, alumna de primer grado y aunque tiene 13 años ha leído más que el mexicano promedio tan sólo en lo que va del año. “Desde que comenzó el año empecé con ‘Mujercitas’, ‘Don Quijote de la Mancha’, ‘Lola y los lobos’ e ‘Inseparables’. Son títulos que hasta me hicieron llorar. Soy muy sensible en ese sentido”. Debido al incendio ya no pudo sacar el “Diario de Anna Frank” y pide a quien esto lea si puede donarlo o vendérselo, pero que la espere a que ahorre para comprarlo. “Ya no habrá un lugar donde estar en paz”.

“Yo me la paso leyendo en el carro, cuando acompaño a mis papás. No le dedico un tiempo específico. Creo que los libros te ayudan para expresarte, para tener trabajo incluso. Esta biblioteca es la única a la que tenía acceso.

“Esta situación te parte el corazón. Mi papá me dice que esto se ha construido por generaciones, que nos toca a nosotros forjarlo, hacerlo mejor”. Ella tiene una idea parecida a la de Borges del paraíso: muchos libros, sombra y una playa.
La maestra Gloria cree que las autoridades atenderán todas sus peticiones en seguridad y abastecimiento de recursos. Foto: Omar Saucedo, Vanguardia

SE PRONUNCIA UNA ESCRITORA
Eugenia Flores Soria, escritora coahuilenses, fue contactada por este medio para que expresara su sentir respecto a este acto, en el que lamentablemente una de las “víctimas” fue su libro: “Plegaria de la aurora” (2017).

“Este acto vandálico, iracundo, inconsciente (sobre todo eso, inconsciente) es trágico no sólo por los libros que se han perdido. La quema de una biblioteca siempre significa algo más: es el rechazo a la civilidad, una manifestación del odio hacia lo que una comunidad valora, llámese arte, ciencia, historia. Es una muestra, simbólica y real a la vez, de esta urgencia por destruir aquello en lo que otros depositan una esperanza. Siempre he pensado que la lectura es una manera de pronunciarse ante la vida, de confrontar nuestra propia realidad, de no estar conformes con lo que nuestro mundo inmediato nos ofrece. Contra eso atentó también este incendio que pulverizó la biblioteca de la secundaria.

“Conocemos las condiciones de la educación pública en nuestro país, lo que cuesta (económica y espiritualmente) reunir cientos de libros para los estudiantes de una escuela, enseñarles el valor de la lectura y el amor por las cosas bellas y entrañables. Imagino el dolor y la impotencia de los maestros que encontraron la biblioteca hecha cenizas; la pesadumbre que los invadió al ver que nada pudo salvarse; sentirse agredidos por esa violencia contra la que luchan todos los días desde el aula.

“Hasta hoy me entero que un ejemplar de mi libro se destruyó en el incendio. Me preguntas que cómo me siento al respecto. No sabría explicarlo del todo, sólo pudiera decirte que me siento triste, pero me gana la indignación al pensar en los jóvenes que se quedaron sin biblioteca, sin ese espacio tan necesario, tan propio. Hiere, también, el dolo de los agresores, la burla.

“Esto todavía no acaba. ¿Qué hacer ahora? No bajar la guardia. Hay que reconstruir el espacio, llevar nuevos libros, empezar de nuevo. Es lo que hemos hecho siempre. Luego del incendio de Alejandría o de las quemas públicas de libros prohibidos de la historia, el mundo sigue. La verdadera tragedia es no leer, perder las intenciones, la memoria, la sensibilidad. Por eso invito a la comunidad a apoyar a los maestros y estudiantes de la secundaria para que defiendan su derecho a una educación digna y completa”.
La secundaria atiende a la colonia conocida como ‘Cartolandia’, un asentamiento con casas construidas con lonas y cartón. Foto: Omar Saucedo, Vanguardia

28 AÑOS EN CENIZAS
Gloria Estela Villarreal es una maestra de Matemáticas a la que no se le puede creer que llegó a trabajar aquí hace 28 años. Tiene la actitud de una recién egresada. Ella inauguró la biblioteca en 1990, 15 días después de llegar a la institución. Su juventud radica en la sonrisa con la que se entusiasma al pedir el apoyo de sus exalumnos y vecinos. Afirma que los recursos que sean donados pueden cambiar la vida de estos mil 200 jóvenes y de la sociedad. Su semblante cambia cuando se le pide una opinión respecto al crimen: “No hay palabras para describirlo”. Esta mujer valiente recalca que no tienen miedo, están seguros que las autoridades atenderán todas sus peticiones en materia de seguridad y abastecimiento de recursos.

DE VISTAHERMOSA A UN ASENTAMIENTO IRREGULAR
Algunos de los alumnos que recibe esta escuela son habitantes de Ampliación Morelos 5to Sector. Conocido despectivamente como “Cartolandia”. Pasando el mercado y casi a pie de cerro habitan familias en casas construidas con lonas, tablas y cartón. No hay lugar para los estantes de libros ni mesas binarias. En el piso de tierra, Ana Lilia Dávila les puso una mesita a sus dos hijos, para que cuando lleguen de la escuela puedan leer cuentos, escribir y hacer sus tareas. Por el día, cuando no están, usa la mesa como cocina, pero procura dejarla limpia para cuando ellos la ocupen. No tienen otra biblioteca más que la escolar y ahora que se ha reducido a cenizas, sólo queda la opción de colgar una mochila en la pared de cartón y ahí almacenar los libros, que desplegados en la cama la llenan de orgullo. Originaria de Zacatecas, dice que procura leerles a sus hijos, que a lo mejor la lectura les puede cambiar poquito la vida. Para que el niño no ande en la obra y su hija no se case tan chiquita. El momento más bonito de su día es cuando puede leerles.
Uno de los mil 200 alumnos que se quedaron sin biblioteca vive en Ampliación Morelos 5to Sector. Foto: Omar Saucedo, Vanguardia

SIN CULPABLE
Las indagaciones siguen varias líneas de investigación. Una de ellas indica que fue un adolescente expulsado de la institución y amenazó al personal docente con vengarse. De ser declarado culpable, el joven podría ingresar al tutelar de menores, según lo convenido y posteriormente conseguir un trabajo para resarcir los daños. Hasta el cierre de esta edición no hay ningún culpable resuelto y se sigue con las investigaciones.
Andrea tiene 13 años y ha leído más libros que el promedio de los mexicanos: cuatro al mes. Con este siniestro, ella ya no tiene un lugar donde estar en paz. Foto: Omar Saucedo, Vanguardia

AUTORIDADES Y COMUNIDAD RESPONDEN
El martes 6 de marzo, el Secretario de Educación de Coahuila, Higinio González Calderón, asistió a la secundaria y motivó a los alumnos. Además, aseguró que el Estado abastecerá de recursos y enviará todo lo necesario, con carácter urgente, para una biblioteca.

Mientras que el Municipio mandó una alarma de pánico para evitar a futuro otro incidente de este tipo. También se ha reunido block para mejorar las bardas de la biblioteca.

La biblioteca de la Secundaria Técnica No. 46 “Miguel de la Madrid” está recibiendo libros para recuperar el acervo perdido durante el incendio. En el kínder contiguo se organizó “un kilómetro de libro” y se recibieron materiales para construcción. Vanguardia

Publicado por:NOTICIAS DE ÚLTIMA HORA

Image
Admin Marzo 12, 2018 10:00 PM MÉXICO

Destacados

Más Vistos