Jessica y Ryan Ramírez ya no viven en Uvalde.
El dolor de pasar cada día en la ciudad donde su hija Alithia, una niña vivaz de 10 años, fue brutalmente asesinada en el salón de clase junto a otros 18 compañeros y dos maestras, se les hacía demasiado pesado.
"No nos sentíamos seguros. La única opción que tuvimos fue mudarnos a la ciudad de donde veníamos", dice Jessica.
Ahora residen a una hora de distancia de Uvalde, en una localidad donde reciben el apoyo emocional de la familia cuando lo necesitan.
Ryan -con el nombre de su hija tatuado en su brazo derecho- está de acuerdo con su esposa: en Uvalde solo había dolor y sufrimiento.
"Escuchar las sirenas de una ambulancia o una patrulla de la policía o ver un bus escolar… todo nos recordaba ese momento cuando intentábamos saber '¿dónde está Alithia?'", relata Ryan.
Alithia estaba en el salón 112 de la escuela primaria Robb cuando un joven armado, de 18 años y exalumno de la escuela, ingresó al edificio y acabó con la vida de los estudiantes y docentes con un rifle automático que él mismo había comprado de forma legal para su cumpleaños.
Un año después
Yo conocí a los padres de Alithia una semana después de aquel ataque.
Los visité en su casa, ubicada en las afueras de Uvalde, donde me contaron de los sueños que tenía su hija de estudiar arte en el exterior y conocer París.
En su cuarto, sus certificados de arte, sus muñecos de peluche y sus medallas de fútbol estaban tal como ella los había dejado cuando salió para la escuela aquel día.
Un año después, vuelvo a reunirme con la madre y el padre en una casa prefabricada sobre un pequeño pedazo de tierra, donde una bandera naranja con el nombre de Alithia ondea en el jardín.
Adentro, el cuarto de Alithia ha sido recreado como una especie de capilla, donde también están sus peluches y sus dibujos.
Ellos esperan que esta nueva casa sea un espacio donde sus otros dos hijos puedan seguir con sus vidas, libres -al menos temporalmente- de la oscuridad que los ha invadido desde el tiroteo fatídico.
Durante estos doce meses, la familia entera ha tenido problemas para procesar lo que pasó en el interior de la escuela primaria Robb, para entender por qué Alithia no está ahora jugando con sus hermanos o pidiendo algo de comer.
Y más allá de la sensación paralizante del luto y la pérdida, en la familia lo que más sienten es rabia.
Para ellos es inexplicable que 376 uniformados bien armados permanecieran parados en un pasillo en las afueras del salón de Alithia durante 77 minutos mientras el perpetrador asesinaba a los niños, antes de que decicieran tirar abajo la puerta y neutralizarlo.
Los videos de las cámaras que llevan los uniformados en el cuerpo muestran errores, confusión y varias instancias de mala comunicación entre oficiales superiores, que los familiares creen costaron numerosas vidas de los menores.
Todo eso fue descrito después como una serie de "toma de decisiones extremadamente malas" en un duro reporte hecho por un comité de la Cámara de Representantes de Texas que investigó lo ocurrido.
Ryan habla suavemente y su trato es amable. Pero la rabia en su voz se siente apenas uno menciona el accionar de la policía aquel día.
"Se quedaron quietos mientras decían 'Esperemos'. Pero habían niños que los llamaban por teléfono y les pedían ayuda. Y lo único que ellos decían era 'Él (el atacante) todavía está ahí, él todavía está ahí'".
"¿Lo único que vas a hacer es quedarte quieto? Mejor renuncia a tu insignia si lo único que vas a hacer es eso", dice el padre.
Algunas familias han canalizado su dolor y su rabia a través de movilizaciones para exigir un cambio en la legislación sobre el uso de armas.
Pero más allá de unir sus voces a los llamados de acabar con los tiroteos y la violencia armada, Jessica y Ryan se han mantenido al margen del tema político.
En cambio, no han podido sobreponerse a lo que pasó aquel día y, sobre todo, a las enormes fallas que cometieron las autoridades para mantener a los niños a salvo.
"Haz lo que toca hacer. Salir herido, posiblemente morir. Eso es hace parte de la misión, que incluso está en la insignia que llevas en el pecho: para proteger y servir. Y ellos no hicieron lo primero, que es proteger", dice Jessica
Y añade: "Los niños solo querían que alguien los ayudara. Solo querían salir de allí. Pero a la policía no le importó. A ellos simplemente no les importó".
Las familias todavía esperan algún tipo de respuesta a las preguntas más básicas: ¿cómo pudo ocurrir algo así?, ¿quién es el responsable de que algo así ocurriera?
"Todos los que estuvieron aquel día tienen que rendir cuentas de sus acciones. La búsqueda de respuestas a esos interrogantes hasta ahora no ha dado resultados", le dijo a la BBC Don McLaughlin, el alcalde de Uvalde.
"Nos han bloqueado el camino desde el dìa uno", agregó el funcionario.
Y para él, cuando las respuestas lleguen, "se tomaran todas las medidas que sean necesarias".
Pero estas promesas no ayudan a calmar a Jessica: "Me decepcionaron. No puedo confiar en nadie".
Se espera que la familia regrese a Uvalde para una ceremonia esta semana, que incluye la liberación de 21 mariposas y un recorrido por los murales que fueron pintados alrededor de la ciudad para rendirle homenaje a quienes murieron aquel día.
El mural de Alithia fue hecho con base en algunas de sus pinturas, además de su premio por luchar contra el matoneo y algunos diseños que había hecho para el día de la madre.
"No tengo buenos días", dice Jessica. "Incluso cuando la pasamos bien con los otros niños, lucho por no llorar porque Alithia no está aquí disfrutándolo también".
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Publicado por:NOTICIAS DE YUCATÁN
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