Sí, quizás este torneo es más especial que nunca, dice Iniesta. Porque es mi último Mundial y esto lo hace más especial. Pero no quiero tener en la cabeza que sea el último sino afrontarlo como el primero. No quiero pensar que es el último porque te puede cambiar un poco la mente. Por lo tanto, lo afronto como si fuese el primero.
El lenguaje resulta inconfundiblemente inestiano. La serenidad también. Sus compañeros no dejan de asombrarse ante la impasibilidad que le envuelve en las circunstancias más explosivas. Nunca se impacienta. Nunca pierde la gentileza. Nunca pierde los nervios cuando recibe la pelota, por más que le hostiguen los rivales en masa. Andrés Iniesta parece un lama pero hay una tormenta en su interior. La necesidad visceral de acometer cada gesto con el compromiso que requiere la perfección le ha hecho vivir al límite. Físicamente se le ve espléndido pero su mente, con 34 años, le ha enviado señales de agotamiento.
Faltaban diez minutos para que Pedro Sánchez, el nuevo presidente del Gobierno, le entregara este martes la Cruz de Honor al Mérito Deportivo. Le esperaban los directivos y los funcionarios de la federación, los empleados, y sus compañeros, para celebrar el último acto oficial del equipo antes de viajar a Krasnodar, campo base durante el Mundial de Rusia. Una mañana más en la vida del futbolista español más popular en el año difícil de su despedida del fútbol de primer nivel. Nada que parezca superar su sentido del autocontrol.
Aquél partido en Aarhus
Las emociones no me influirán, dice, seguro de saber afrontar algo que intuye que puede conmoverle. La idea de que cada partido puede ser el último con España, el último en la elite, la última oportunidad de ser Iniesta antes de sumergirse en lo desconocido, el Vissel Kobe, la vida anónima. En el Barça habíamos ganado la Copa, y la Liga la teníamos prácticamente ganada, y el nivel competitivo no era el mismo y no había peligro, dice, describiendo su convivencia con los homenajes que le brindó el club. Ahora en el Mundial no me influye en el nivel futbolístico. No es fácil digerir todo esto pero creo que lo he llevado bien. Ee intentado que no me sobrepasase la situación porque ha sido muy fuerte.
Las ovaciones unánimes que le dedicó el público del Estadio de la Cerámica el domingo, durante el amistoso que España disputó con Francia, le recordaron que el tiempo se acaba y que cada minuto que pase crecerá en importancia. Siempre he tenido el cariño y el respeto de la gente; ha sido algo muy difícil de describir con palabras, dijo. Es muy grande lo que he sentido estos días.
La adoración que inspira Iniesta contrasta con sus inicios difíciles. Porque hasta 2007 resultó un jugador sospechoso. Desconocido para multitud de aficionados e incomprendido para casi todos los entrenadores. El entonces seleccionador, Luis Aragonés, solo le consideró imprescindible cuando quitó a Raúl González del once, decisión que provocó una cascada de críticas y reacciones exaltadas en sectores muy poderosos del entorno mediático.
Ha sido un proceso desde que fui al Mundial de 2006, recordó, pensando en su consagración como titular; hasta el partido de Dinamarca en el que jugamos casi todos centrocampistas.
Iniesta, igual que Xavi, evoca el partido de Aarhus del 13 de octubre de 2007 como quien señala un alumbramiento. El 1-3 a Dinamarca camino de la Eurocopa. El día que nació La Roja como idea de fútbol con una alineación titular poco común por entonces: Casillas; Ramos, Albiol, Marchena, Capdevila; Albelda; Joaquín, Iniesta, Xavi, Cesc; y Tamudo. Sin nueve diana. Iniesta tenía 23 años. Le quedaban 11 hasta su última Copa del Mundo. El torneo que está a punto de comenzar.
Portugal espera el día del debut, el 15 de junio en Sochi. En Suráfrica perdimos el primer partido y quedamos campeones, advierte. Pero más allá de eso, ese primer partido siempre marca mucho. Tenemos que conseguir los tres puntos y Portugal siempre nos lo puso difícil.
2014 fue horrible
Este Mundial es un reto muy grande, prosigue, porque venimos de dos decepciones: la Eurocopa y el Mundial de 2014. El 2014 fue horrible, la verdad. Nos fuimos cuando nadie esperaba. La lectura es que si no estamos al 100% cualquier rival nos va a ganar. Porque es un Mundial, son 90 minutos, son pequeños detalles que te pueden dejar fuera. Todo cuenta. Tenemos que poner todos los sentidos en cada partido. Ya sabemos lo que es una gran decepción.
Iniesta indica que la falta de motivación fue devastadora en Brasil, hace cuatro años. Ahora, dijo, el equipo está muy bien y tiene una mezcla muy buena de juventud y experiencia. Yo soy optimista.
Le preguntaron si España jugaba mejor sin nueves puros como Diego Costa y dio la respuesta que manda su estatuto de capitán. Quizás ese es un poco el debate, opinó. El nueve o no nueve. La historia nos marca que lo importante es tener variantes para, según qué tipo de partidos, poner mejor un tipo de jugador u otro. A partir de ahí el seleccionador tiene que decidir cómo tiene que jugar el equipo y con quién. Hace unos años contra Portugal [en los octavos de final del Mundial de 2010] salió Fernando Llorente del banquillo y fue clave. Al final lo importante es la versatilidad que tenga el equipo.
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