La pregunta la hacen dos mujeres jóvenes de unos veintitantos años. Están en la entrada de un supermercado Soriana sobre la costera Miguel Alemán de Acapulco. O mejor dicho, lo que queda del supermercado que fue completamente arrasado tanto por el huracán categoría 5 Otis, como por cientos de personas que los vaciaron en busca de bebida y alimentos.
Por todas partes hay hierros y cables colgando de los techos destruidos, escombros, cascotes de concreto, cristales inundando el piso, maderas partidas, láminas, botellas rotas… Aunque decirlo pueda resultar un tópico, lo cierto es que el interior del supermercado se asemeja mucho a la escena tétrica de una película o serie postapocalíptica.
Del interior del almacén sale un señor con unas botellas de vino bajo el brazo. Con el paso ligero y pisoteando los cristales y escombros, pasa junto a las mujeres y responde a su pregunta diciendo que solo queda algo de vino y cerveza caliente. Aún así, las dos jóvenes se miran y deciden entrar al inmueble, a pesar de que lo que queda de estructura parece en riesgo de colapsarse en cualquier momento.
“No importa”, dicen al unísono. “Quizá encontramos algo que comer en el suelo, entre los escombros”.
Ante la desesperación por no tener alimento y ni agua, personas buscan qué comer y qué artículos llevar en lo que queda de una tienda.
Han pasado ya cinco días desde que Otis arrasó prácticamente con todo el puerto de Acapulco, dejando hasta el momento 48 muertos y más de 220 mil 035 viviendas afectadas de un total de 223 mil 924, de acuerdo con datos del censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de 2020.
La presencia del Ejército, sobre todo, se ha incrementado en los últimos días, así como de la Guardia Nacional y de la Marina, con más de 6 mil 350 elementos, que ayer domingo comenzaron a instalar grandes tráileres con comedores portátiles.
Sin embargo, las dos mujeres que entran desesperadas al Soriana en busca de comida lamentan que la ayuda está llegando muy tarde y a cuentagotas, lo que está generando que la población esté desesperada.
“Tenemos hambre y por eso la situación está fatal. Porque están saqueando las casas. La poca comida que la gente se dejó, la están saqueando”, dice una de las dos mujeres, que viven en la colonia 20 de noviembre.
“Estamos tratando de buscar alimento, galletas, agua, pañales, toallitas íntimas, porque no ha llegado nada de ayuda a nuestra colonia. Con suerte esperamos encontrar algo, aunque sea en el suelo, o entre los escombros”, insiste la mujer, que también explica que llevan varios días sin poderse comunicar con los familiares que viven en otra colonia, por lo que intentará formarse en las kilométricas filas que hay en varios puntos de la costera Miguel Alemán donde el Ejército mexicano está facilitando llamadas.
“Otro problema es la inseguridad”, interviene la otra joven. “En las gasolineras, por ejemplo, hay gente con machetes. A los carros les quitan las llantas por la noche y le quitan la gasolina. La gente está desesperada por la gasolina”.
“Ay, no”, suspira la otra mujer, quien se lleva ambas manos a la cara para lamentar que jamás pensó que un día entraría a un supermercado destrozado en busca de algo de comida, la que sea.
“Más que miedo, lo que tengo es una desesperación enorme”, concluye.
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“No hay autoridad, estamos solos”
En la colonia Icacos, que está a un costado de la costera, y a tan solo unos metros de la zona naval y de enormes torres hoteleras, la señora Claudia Hernández, de 53 años, hace también fila. Pero no para recargar el celular o para hablar con sus familiares, sino para tratar de alcanzar algo de agua potable en un galón de 20 litros.
Hasta el momento, en esta colonia donde el jueves pasado por la mañana se confirmaron oficialmente las 2 primeras víctimas mortales de Otis de las casi 50 que ya suman, los vecinos lamentan que a cinco días esta es la primera pipa con agua que llega al lugar de parte del gobierno municipal de Acapulco.
“No nos han traído nada, solo esta pipa de agua. Pero víveres, alimentos, no. Seguimos sin luz y sin nada. Y por la noche estamos solos. No hay ninguna seguridad ni presencia de autoridades, nada”, señala la mujer, que denuncia que “la ayuda va muy despacio y la gente está ya muy desesperada”.
“Por ejemplo, nadie nos ha dicho dónde hay comedores comunitarios. Albergues sí, pero si tú te vas a un albergue, corres el riesgo de que se metan a tu casa y te saqueen lo poco que te queda”, advierte la vecina.
Paulino, de 45 años, dice apoyado sobre los restos de un vocho al que le cayó un poste de la luz encima destrozándolo por completo, que el comercio es otra de las cosas con las que arrasó Otis.
“El comercio en Acapulco se terminó, se acabó. Y lo peor es que va para largo”, dice y se lleva el dorso de la mano a la frente para secarse el sudor que genera el intensísimo calor del puerto de Acapulco.
En cuanto a las ayudas, el hombre dice que sí se ve mayor presencia de militares repartiendo víveres, y que ya se aprecia un cambio importante en la costera Miguel Alemán, que está más libre de escombros y de los miles de postes de la luz que Otis tumbó a su paso. Hasta el pasado 29 de octubre, entre la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina habían entregado casi 20 mil despensas de una población de 779 mil 566 en el puerto de Acapulco, aproximadamente el 3%.
“Creo que dentro de 15 o 20 días ya se van a estar repartiendo los enseres en todas las colonias. Pero el problema, claro, es que muchas personas en Acapulco no pueden aguantar ese tiempo esperando a que llegue la ayuda”, apunta.
Ulises, de 40 años, dice mientras camina por una calle empinada donde a izquierda y derecha hay pequeñas embarcaciones volcadas en mitad de la carretera que aún “falta mucho escombro por sacar” de la colonia Icacos.
“Las principales necesidades son empezar a limpiar, porque el olor ya empieza a ser muy fuerte y nauseabundo por el calor tan intenso, así como el agua, los alimentos, y mayor seguridad. Porque, hasta ahora, no hay seguridad alguna, ni presencia de los soldados. Por eso aquí si el vecino no se cuida con el otro vecino, pues no hay seguridad. Es decir -explica-, la seguridad nos la tenemos que dar entre nosotros mismos, los vecinos. Nos tenemos que echar aguas, porque si no estamos pilas, nos terminan de quitar todo”.
Mientras que Francisco Díaz, de 44 años, lamenta que “todo sigue igual” que hace cinco días atrás.
“Hay un basural tremendo y ya están empezando las enfermedades. No hay luz, ni agua, solo una pipa ha llegado. Y pues tenemos que estar cuidándonos porque la gente necesita comer y anda bien qué robarse”, apunta.
El sábado por la tarde, la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, arribó al centro de acopio que el Ejército mexicano instaló a unos kilómetros del aeropuerto de Acapulco. Ahí prometió que ninguna colonia se quedaría sin comida ni agua, y pidió paciencia para que los enseres comiencen a fluir entre las personas damnificadas.
Publicado por:NOTICIAS DE YUCATÁN
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