Compartían su vida. Compartieron su muerte. Trece monjas que convivían en un convento en Livonia, Michigan, murieron con cuatro semanas de diferencia de COVID-19, la enfermedad que golpea al planeta desde diciembre de 2019 y que en los Estados Unidos ya mató a más de 155 mil personas. La noticia no sólo conmovió a la comunidad cristiana de esa ciudad, sino a toda la iglesia de aquel país. Entre el 10 de abril y el 10 de mayo 12 de ellas ya habían muerto. Otras 18 se contagiaron pero lograron sobrevivir. La restante, la número 13, murió el 27 de junio.
“Eran profesoras. Una bibliotecaria. Una directora de educación religiosa. Una secretaria en la Secretaría de Estado del Vaticano. La autora de una historia de 586 páginas de la congregación. Una era organista. Una le ayudó a su clase de segundo grado a escribir y realizar un comercial para Campbell’s Soup. Una era enfermera y dirigió los viajes misioneros de estudiantes de enfermería a Haití”, describió sus vidas el periodista especializado Dan Stockman en un artículo titulado “Nuestro tiempo más trágico”, publicado en Global Sister Report, una revista de divulgación católica.
El de las afueras de Detroit, en Michigan es el convento más golpeado por la pandemia de coronavirus en el planeta. En todo el mundo murieron 61 monjas en total, en Italia, Canadáy en otras ciudades de los Estados Unidos. “Es la peor pérdida en una comunidad de mujeres desde la pandemia de gripe de 1918″, agrega en su artículo Stockman.
“Lamenté mucho que sufrieran. Toda su vida se dedicaron no a sí mismas sino a los demás. Ayuda, cuando piensas en lo que hicieron con sus vidas, a ser una mejor persona”, señaló Lisa Zervos, de 52 años, a USA Today. Era una concurrente al convento y ayudaba con donaciones. Continuará haciéndolo. Las ayudas económicas no sólo llegan de la comunidad más cercana de Livonia. Hasta de Noruega están recibiendo donaciones para que puedan continuar con sus tareas y ayudando a quienes más lo necesitan. La noticia conmovió y traspasó las fronteras.
Pertenecientes a la Congregación de las Hermanas de San Félix de Cantalicio, desde la década de 1930, las religiosas fundaron escuelas y hospitales en Livonia cuando ese suburbio era apenas una pequeña ciudad y un puñado de granjas desparramadas. En los años 60 llegó a contar con 800 hermanas. Ahora, 44. Durante generaciones, esas monjas no sólo instruyeron a los más pequeños en sus primeros pasos escolares. Fueron quienes estuvieron allí cuando miembros de la comunidad no tenían a nadie que los acompañara en sus últimos momentos. Ahora nadie pudo tomar la mano de estas 13 monjas, impedidas de recibir visitas por el alto contagio que posee la enfermedad producida por el coronavirus Sars-CoV-2.
Además de llorar en silencio el alma de sus demás hermanas, las monjas que quedaron en el golpeado convento no pueden desarrollar sus tareas como siempre. Las restricciones continúan: no pudieron asistir a los funerales; es limitado el número de personas que pueden ingresar en la capilla; no pueden entrar en las habitaciones de otros; comen en diferentes turnos y una por cada mesa. Las reuniones están prohibidas.
“Me da escalofríos pensar en eso”, dijo la Hermana Superiora del convento, Mary Andrew Budinski. “Creo que el dolor crudo aún está por llegar”. “Escuché por primera vez que dos asistentes habían contraído el virus. No sabemos quiénes son, y no queremos saberlo. Luego golpeó a las hermanas en el segundo piso, y pasó como un incendio forestal”, añadió la responsable del lugar. Luego vino la primera muerte: Mary Luiza Wawrzyniak, de 99 años, el Viernes Santo, 10 de abril. Otra monja, Mary Ann Smith, expresó: “Todas sabíamos que si golpeaba en este lugar, sería malo. Pero nunca anticipamos cuán rápido podría ir”.
Las muertes continuaron: la primera semana cuatro hermanas partieron para siempre. Celine Marie Lesinski, de 92 años, y Mary Estelle Printz, de 95, murieron dos días después de la primera, el domingo de Pascua, el 12 de abril. Pasaron tres días y fue el turno de Thomas Marie Wadowski, de 73 años. Luego Mary Patricia Pyszynski, de 93 años, el 17 de abril. Una pesadilla de horas. La comunidad perdió a tres hermanas en tres días a mediados de abril: Mary Clarence Borkoski, de 83 años, Rose Mary Wolak, de 86, y Mary Janice Zolkowski, de la misma edad. Hacia fines de ese mes, otras tres: Mary Alice Ann Gradowski, 73 años; Victoria Marie Indyk, 69 y Mary Martinez Rozek de 87 años. Mary Madeleine Dolan (82) murió el 10 de mayo, un mes después de la primera de las monjas. Finalmente, la hermana Mary Danatha Suchyta, de 98 años sobrevivió al COVID-19, sin embargo pereció a causa de sus efectos el pasado 27 de junio.
Las monjas del suburbio de Detroit siempre fueron las que sostuvieron a la comunidad. “No estamos escondidas detrás de estas paredes. Siempre seguiremos orando por el mundo y especialmente por la gente de Livonia. Ahora es: ‘Hermana, estamos orando por ti'. La cantidad de tarjetas y cartas que hemos recibido es increíble”, contó Joyce Marie Van de Vyver.
Vía Infobae
Publicado por:NOTICIAS DE YUCATÁN
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